Cuando el sistema de justicia quiere lavarse la cara, hay dos maneras de hacerlo: administrar justicia en serio, o meter presos a unos cuantos chivos expiatorios. En Venezuela los caprinos corren peligro.
I: Un pez rojo
Casi desde el mismo momento en que Nicolás Maduro arribó a la presidencia, se comenzó a hablar de la guerra económica, definida (aproximadamente) por el gobierno como una estrategia de la oposición para doblegar políticamente al chavismo.

También desde un principio se acentuó la escasez y aparecieron las promesas de que en cosa de dos o tres meses se estabilizaría el abastecimiento de los productos alimenticios, sobre todo. El responsable directo de resolver este problema fue el Ministro de Alimentación, Carlos Osorio.
Pero los resultados, como es sabido, han sido diametralmente opuestos: todo se hace cada vez más escaso y más costoso, y el desabastecimiento es tan enorme que el gobierno es incapaz de llenar sus propios anaqueles.

Este lunes se supo que Abastos Bicentenario volverá a manos privadas. Bicentenario es el nombre que recibió la cadena de supermercados Éxito tras su expropiación, y en sólo 6 años la han quebrado, dejando además a cientos de empleados en una situación muy complicada. Basta saber quién será el dueño del nuevo conglomerado. ¿Será algún beneficiario de la centrífuga del dólar Dipro?
Al mismo tiempo; es decir, el mismo día, Osorio vuelve al gabinete, ahora como Ministro de Transporte y Obras Públicas.
II: Los peces presos se van
Antonio Ledezma, ex alcalde de Caracas y suegro del ex Ministro de Turismo, Andrés Izarra, escapa de su casa (se le había condenado a arresto domiciliario) y sale del país por tierra. Es decir que burló o sobornó a todos los policías que custodiaban el perímetro de su residencia, tomó uno o varios vehículos y se trasladó hasta la frontera. Una vez allí, pasó a Colombia sin resistencia alguna.

Maduro declara en TV que no importa, que se vaya. No hay alerta de Interpol ni orden de captura internacional. Ledezma goza de indulto por omisión. En Alemania, lejos del Manicomio, su yerno tendrá una Navidad más tranquila.
Manuel Rosales, exiliado en Lima hasta hace un par de años, regresó voluntariamente a Venezuela para entregarse a la justicia. Desde un principio sonaba a negociación; nadie regresa del exilio a la prisión sin llevarse algo a cambio.

Recientemente fue liberado y hoy es candidato a la gobernación del estado Zulia.
III: El pez flaco va preso
En 2010 se inauguró la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (UNES), con la que se intentaba elevar el nivel educativo de los cuerpos policiales. Se exigiría a partir de ese momento que, para ser agente policial, se pasara por un proceso formativo universitario.
En 2017 Maduro, en medio de las crudas guarimbas, anuncia el plan Chamba Juvenil y ofrece 100 mil empleos. La sorpresa es que 80 mil de esos empleos corresponden a labores policiales y a la incorporación a la Guardia Nacional. Se han puesto las armas de la República en manos muy inexpertas. Muchos de ellos acaban de cruzar la línea de la mayoría de edad.

Es conmovedor ver a unos chicos que son casi niños, con sus armas decoradas de colores, ansiosos por estrenarlas. No todos tienen uniforme.
El resultado es que a la gente la meten presa. Los cuerpos policiales y militares requieren demostrar que están trabajando y aparecen cosas absurdas como la aprehensión de un muchacho que se robó cinco auyamas en un remoto campo. A algunos se los llevan encapuchados al mejor estilo Guantánamo, con destino incierto.

Así aparecen cada día cientos de personas cuya inocencia o culpabilidad no se ha comprobado, pero que salen en las noticias, verdaderos chivos expiatorios de una justicia podrida desde la Fiscalía General de la República y el Ministerio de Justicia, hasta el último empleado de la más pequeña de las policías municipales.
Esa podredumbre sólo es comparable con la inmundicia en que se sume a los detenidos en cualquier calabozo. Las personas son encerradas en celdas sin instalaciones sanitarias, de no más de un metro y medio por lado. No hay permiso para ir al baño. Hay que dormir en el mismo suelo al que caen la orina y las heces.
IV: Presos en la pecera
¿Cuántos chivos expiatorios anónimos están ahora mismo encerrados en una celda inmunda? ¿cuántos corruptos recibieron una embajada para que baje el perfil y la gente olvide? ¿cuántos corruptos son candidatos a una alcaldía o una gobernación?
¿Cuántos tienen casa por cárcel?
Los afortunados salen de la cárcel. Los más afortunados salen del país. Un mes y medio después de nuestra denuncia, la página del Saime sigue sin permitir pagar el trámite express.
¿Cuántos venezolanos tendrán una Navidad tranquila?