Unos locutores acosan políticamente y llaman gay a través de la radio a un niño de siete años y los padres del chico se solidarizan con los agresores. ¿Qué tal?
No hay duda de que el pésimo manejo de la polarización política le ha hecho mucho daño a un montón de venezolanos, que son capaces de seguir conductas reprochables con tal de dejar claras sus preferencias políticas. Lo loco es que a veces tal conducta atenta contra los propios hijos.
El caso es que hace pocos días Verónica Gómez, José Guzmán y Manuel Silva, humoristas mudados a la radio, y por tanto conductores del programa “Calma Pueblo”, que se transmitía a través de “La Mega 107.3 FM”, entrevistaron a un chiquillo de 7 años.
En un acto deleznable y psicológicamente agresivo intentaron poner en su boca las preferencias políticas de los locutores, y no contentos con ello, lo acusan de gay. Colocamos el fragmento en cuestión, emético pero necesario para comprender lo que ocurrió.
En principio y si nos atenemos a la lógica postmoderna, no es un insulto que se llame gay a alguien. Pero -y es un enorme pero-, esta vez se trata de un niño. Esto encendió las alarmas de las defensorías del niño, niña y adolescente, así como de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel).
A esa edad no se tiene mayor conciencia de las preferencias sexuales ni de todo lo que ello implica, especialmente desde el punto de vista social. Tampoco deberían los niños tener mucha conciencia de los asuntos políticos.
Uno se pregunta ¿es posible comprender tal comportamiento por parte de un adulto? ¿No es sencillamente una hijoputez manipular a un pequeñín para convertirlo en portavoz del rechazo a un personaje político o para burlarse de la presumible sexualidad de un futbolista y la del niño mismo?
Como la cosa fue en vivo, estos tres geniecillos el humor no se lo pensaron mucho y siguieron con el programa, pero Conatel sí acusó recibo y suspendió indefinidamente el programa.
Los defensores del desaguisado
Tras la acción de Conatel, suponemos que en un alarde de solidaridad gremial, salió Freddy Guevara (¡qué raro!) a apoyar a los tres payasos radiales, pero casi al mismo tiempo, la emisora se desentendió del asunto, emitiendo un comunicado en el que se desmarcaron de la postura de los suspendidos, y condenando taxativamente su actuación.
Por su parte, los agresores del chiquillo emitieron su propio comunicado, en el que se destaca su nulo arrepentimiento, su dolor al haber perdido los 50 anunciantes que tenían, y ¡el apoyo de los padres del niño!
Y es allí que uno comprende completamente el problema: los padres no notan que su hijo está siendo abusado emocional y psicológicamente. Se solidarizan antes con sus pares políticos que con su hijo, al que deberían proteger de cualquier, léase bien, CUALQUIER agresión.
Quizá así podamos entender la dolorosa escena de los chiquillos que, en tiempos de protestas violentas, jugaban a ser “guarimberos”. Los niños repiten lo que ven.

Mientras tanto, los padres felicitan, en aras de una supuesta lucha libertaria, la abolición de todos los límites. ¡Llámalo gay, no pasa nada!